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Participar es obligación de todos

Participar no es asistir a…, ser socio de… o estar apuntado en…, participar es algo más, es poner en común conocimientos y trabajos asumiendo responsabilidades, es proponer ideas para compartirlas con otros, y todo ello, en beneficio de un objetivo colectivo.

La sociedad de cualquier país con larga historia democrática es, sobre todo y principalmente, una conquista de la propia sociedad que ejercitando sus derechos no consiente que nadie ocupe un espacio que solo corresponde a los ciudadanos. Una sociedad viva es una sociedad organizada, estructurada, participativa, con capacidad de reacción y respuesta ante las circunstancias que se presentan, que interviene en temas asistenciales, educativos, culturales, recreativos, etc., además de en los meramente políticos, sindicales y empresariales. Es verdad, que en la práctica no es todo “de color rosa”.

Los españoles siempre hemos oído que somos muy individualistas, parece que es parte de nuestra idiosincrasia. Pero es que además, nuestra historia reciente, con cuarenta años de parálisis, ha dejado una sociedad enclenque, sin musculatura social, una sociedad que tardará varias generaciones en alcanzar algunas de las características que se repiten en paises con larga tradición democrática. Para alcanzar esa meta hacen falta experiencia, años y, muy importante, un cambio de mentalidad.

Además, para conseguir una estructura libre y rica en iniciativas, es necesaria una independencia económica respecto de las distintas administraciones, independencia que hoy día parece estar muy lejos. La propia sociedad debería ser capaz de mantener las estructuras sociales a las que se pertenece y en las que se participa; no se puede estar permanentemente anclado a las administraciones públicas por un cordón umbilical. Y aquí chocamos nuevamente con un problema cultural, de mentalidad, para cuya solución es necesario tiempo. Para finalizar con los lamentos, señalar que en España, a diferencia de otros países, las leyes que existen para incentivar estas contribuciones y donaciones de los ciudadanos a todo tipo de entidades sociales son poco generosas.

Pero dejando a un lado esos lamentos, la solución, aunque requiera tiempo, está en participar, en comprometerse. Hay gente que piensa que con cumplir las leyes, pagar impuestos y votar, o no votar si es fruto de una reflexión madura, ha cumplido sus obligaciones como ciudadano, y no es verdad, en todo caso habrá cumplido con el Estado, pero no con la sociedad. Las obligaciones ciudadanas van más allá de las simplemente exigidas por las leyes.

La sociedad del siglo XXI en la que nos ha tocado vivir es fruto de muchos siglos de historia pues asienta sus cimientos culturales en la filosofía de la Grecia Clásica, en el Derecho Romano y en el Cristianismo, pero es, principalmente, en el transcurso de buena parte de los dos últimos siglos cuando el despertar ciudadano en las sociedades del mundo occidental culminó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el reconocimiento de unos derechos sociales que hoy nadie discute, aunque se discuta sobre ellos. En un mundo globalizado, todos nos beneficiamos de esas conquistas y, en consecuencia, todos, sin excepción, tenemos contraída una deuda social que estamos obligados a pagar, ¿cómo?, ejercitando todos nuestros derechos y muy especialmente participando activamente en la vida social al nivel que sea. Aquí se podría aplicar aquella máxima surgida en la Cumbre de la Tierra en Río que reza: “pensar globalmente y actuar localmente”.

Decíamos en el primer párrafo de este editorial que  “participar es poner en común conocimientos y trabajos, asumiendo responsabilidades, es proponer ideas para compartirlas con otros, y todo ello en beneficio de un objetivo colectivo”; pero además, participar activamente es un cauce de educación permanente, porque supone, como decíamos, tener ideas bien estructuradas sabiendo exponerlas y no imponerlas, aprender a escuchar, a trabajar en equipo y cooperar, a gestionar, y se requiere ser ambicioso y audaz, que no está reñido con la prudencia, así como tenaz, constante, paciente. Qué sociedad tendríamos si cada uno en su lugar actuara así.

Finalizaremos recordando un viejo lema familiar de los Kennedy, que dice: “Algunos hombres ven las cosas como son y se preguntan por qué y otros sueñan cosas que nunca han sido y se preguntan por qué no”. Desde la Fundación Huete Futuro estamos convencidos de que, con la participación de cuantos más mejor, haremos realidad muchas de las cosas que todos anhelamos para Huete.

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